martes, 27 de noviembre de 2012

Cous cous o Cuscús con hongos

En la cocina también hay modas. Aparecen alimentos, preparaciones, orígenes, y de repente pum! fuera, desaparecen para quedar en el olvido y dar lugar a otras novedades.
El cuscús apareció hace unos años en mi vida, excelente descubrimiento porque me encanta.
Cuando lo vi por primera vez me hizo acordar a las municiones que me ponía mamá en la sopa cuando era chiquita y me surgió algo así como un amor (aunque luego al probarlo nada que ver). Y finalmente, lo mejor en estos tiempos que corren, es facilísimo de preparar, aunque a algún vivo se le haya ocurrido poner las instrucciones en árabe en la caja.
Para la preparación:
1 tazas de cuscús
1 cebolla colorada
Champiñones y portobellos
Queso fresco
Aceite con trufa
Romero
Soja
Lima
Escamas de sal marina
Primero que nada preparar el cuscús. Colocas en una olla la mismas porciones de agua que de cuscús que vayas a hacer, sal y aceite de oliva. Una vez que el agua rompa el hervor retiras del fuego, hechas el cuscús tapas y esperas un rato y MAGIA! Ya está hecho. Hecha otro poquito de aceite de oliva y remueve para que cualquier posible grumo se despegue. Queda bien suelto y sabroso.
Cortas la cebolla bien pequeñita, rehogas en  una sartén, luego colocas los hongos fileteados y esperas a que echen su agua y la reduzcan, agregas generosamente el aceite con trufa, unos chorritos de soja y el romero. Una vez que está todo bien doradito, incluís el queso fresco cortado en daditos para que tome los aromas y se entibie, finalmente  agregas el cuscús a la mezcla, integras y servís.
Una vez en el cuenco que hayas elegido para comerlo, y antes del primer bocado, le exprimes lima por encima y lo rocías con unas escamas de sal marina y bon appetit!.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Retomando buenos hábitos

Aquí estoy nuevamente.
Esta mañana me levanté contenta, en medio del silencio que inunda la casa por las mañanas, me preparé un café con pan horneado de anoche. Mientras miraba por la ventana comencé a saborear el pan y de repente no pude parar de llorar.
Me resultó extraño porque no me sentía melancólica, aunque al rato divagando entre mis pensamientos todavía un poco dormidos y enjuagándome las lágrimas que salían a borbotones, comprendí recordando la película “Como agua para chocolate” que aquel llanto generalizado fue síntoma de una intoxicación extraña.
Un año y medio después amase no sólo el pan. En contacto con la humedad de la levadura y la untuosidad del bollo entre mis dedos fui registrando cada pequeño dolor de mi alma. Miré de frente a este nuevo padre y con el los recuerdos de infancia, atravesé la ingenuidad de mi todavía niña, reconocí la pérdida de mi pecho, un poco de salud y ver que las cosas también son posibles de otra manera, acepté dejar de ser amada, y dejé vibrar el dolor en mi pecho. No lloré, pero me pasa algo últimamente y es que siento tanto que por momentos me parece como si me fuera a estallar el corazón.
Dicen que las penas con pan son menos, y aunque este me haya salido un pan melancólico, creo, como dije en aquel primer post de este blog, que mi contacto con la cocina se produce cuando estoy en contacto conmigo, y quiero retomarlo.
Como todos los procesos, ahora lo entiendo, esto se irá dando como surja. A veces poco, a veces mucho, pero aceptando lo que surja.
Tengo ganas de este nuevo comienzo.
… “- ¿Sabes qué me encanta de cocinar? - ¿Qué te encanta? - Que después de un día en que nada es seguro y cuando digo "nada" quiero decir "nada", puedes llegar a casa y saber con certeza que si le agregas yemas de huevo al chocolate, azúcar y leche se va a espesar. Eso me reconforta. (Julie & Julia).